Porqué este blog?

Querida Comunidad:

Perdóname el atrevimiento de preceder tu nombre con adjetivo tan familiar, pero así es como te siento cuando te leo (que es siempre que me escribes).

Y ya que estamos en confianza, me voy a permitir contarte algo intimo y callado que me ha sucedido recientemente, durante uno de mis paseos (mas bien tonteos) por la red; uno mas de mis vuelos a ninguna parte.

Pues bien, hace un par de meses, resolví abrirme un sitio en facebook. Con sus avíos todos: foto (que lástima, me la saqué yo mismo) perfil, aficiones y, hasta pensamiento filosófico de cabecera (como si a alguien le importara un bledo ni el uno ni la otra…). Así que con todo mi yo abierto al público, me dispuse a recorrer mundo como la ratita del cuento. Y le di al botón de buscar amigos (fácil, no?). Primero rellené un nombre, I.G.Ll, una ex amante jugosa y pequeñita, atlética y fogosa. Nada, ni rastro (y mira que el segundo apellido es raro).
Contrariado (ya me había yo imaginado una rentrée nuevamente triunfante entre sus suaves recovecos…), contrariado, digo, rellené otro C.B.S., una compañera de fatigas que conocí (ella con 15 y yo con 20) y que la vida nos reunió, casualmente, años después para andaduras laborales. Siempre nos deseamos. Solo nos besamos como el que lo hace pidiendo perdón hasta confesarse. Nunca nada mas. Como el cuervo de Poe, siempre fue never more.

A C. la tenía a mano pero quise entrar en su vida por la puerta de atrás; ¨…a ver que hace…¨, como mirando por la rendija de la puerta de su tálamo, a ver que hacía…¨ Aun sueño con ella. Es demoledoramente frustrante.

E.Ch.B. Fue la tercera. 30 años atrás tuvimos un apasionado romance. Una historia imposible y, como todo lo imposible, vivo y tangible. Hasta hoy.
Apareció! Albricias! De repente entraron todos en tropel, sus hermanas, su hermano, ella, en fin.
Su hija V. (que nació durante nuestro romance) y su cuñado, G., a la sazón compañero mío de fatigas y relajos durante mas de tres años tambien aparecieron.
G. era amigo amigo. Era él, en realidad, el objetivo de mi procura.
Le escribí a ella, E. en su tablón.

No me lo puedo creer… (o algo parecido le dije de entrada)
…estais todos, tu y tu familia, que tanto nos quisimos…
De inmediato me contestó:
… yo tampoco me lo puedo creer, después de tantos años…que feliz de encontrarte de nuevo…toda mi familia está feliz.

Y ahí, la pregunta:
que fue de tu vida…?
Que te pregunten eso con 30 años de lapsus tiene bemoles. Te obliga a reflexionar. Pero mucho y más profundamente de lo que parece.
Bueno, entablamos así un recorrido fugaz por nuestras vidas, subidos a un vertiginoso tobogán atrezzado de maquina del tiempo.
Como en los cacharritos de la feria, el recorrido se hace cortísimo. Se siente de todo: vértigo, euforia, angustia y, sobre todo, muchas ganas de subirte de nuevo…
No hay entradas ya. Se agotaron. El mismísimo día en que se pusieron a la venta, se agotaron.

Tras renovarnos mutuamente los surcos, y como si se tratase de un asunto no tratado por las prisas del tobogán, pregunté por mi amigo G….: … sabia que lo ibas a preguntar, que tendríamos que contártelo tarde o temprano…tu amigo G., mi queridísimo cuñado, murió.

Fue un mazazo. Un golpe seco, sin eco. El tobogán se puso en marcha de nuevo pero esta vez, mucho más veloz y agobiante. Se apelotonaban las vivencias, los instantes, las miradas, los suspiros…

Que atroz. Se estrelló en 2006. Un horrible accidente de coche.

Mi amigo G. era un excelente piloto. Había logrado un 7º en Le Mans!
Recuerdo alguna noche en un Madrid vacío y caluroso, tras dejar en sus casas a nuestras sendas compañeras de entonces. Enfilaba la Avenida de América, desierta a esas horas de la noche, y a más de cien por hora tiraba del freno de mano, pisaba a fondo y pegaba un magistral volantazo que nos situaba, en segundos, impecablemente, mirando a Barajas. Siempre seguro. Sin correr peligro alguno. Hasta que llegó su hora. En 2006. Yo no iba con él.

E. y yo seguimos en contacto. Es una suerte retomar una relación después de años.

Pero creo que no lo voy a volver a hacer mas.
Me refiero a lo que hice el otro día.
Abrí Google y escribí otro nombre: ACF En 13,20 segundos (el buscador indica el tiempo que gastó en encontrar algo), aparecieron en mi pantalla 10 o 12 referencias remarcadas en azul y que, tras pincharlas, se convierten en negro para distinguirse como dejá vu. En negro y en 13,20 segundos.

Pinché la primera que apareció completa en caché. Se abre una larga lista separada por comas. Remarcado en negrita aparece, completo y sin duda alguna (el primer apellido era inconfundible) mi amiga A. Como es tan raro, el apellido primero aparecía varias veces más. Era su hija D. también de singular nombre de pila.

Eureka! La he encontrado! Me dije en voz alta: te pillé!

Su hija D, aparecía entre un enjambre de nombres de procuradores, notarios, socios y consejeros de un puñado de sociedades.
Varios edictos, pues.
Pinché su nombre, ACF, no sin cierta ceremonia, destinando a mi dedo corazón derecho, el privilegio de abrir la puerta de la preciosa y suntuosa casa de mi amiga A.

Apareció, también, como su hija D., en medio de una larga lista de nombres escritos uno detrás del otro y separados por comas. Era un documento PDF. O sea, una especie de foto de algún texto. Le doy a buscar origen y aparece en mi pantalla una página completa de ABC datada en mayo de 2007. Impulso la lupa para aumentar, me voy con el cursor hasta el comienzo del texto y leo:
Fallecidos hoy en Madrid: ….,….,…., no me lo quería creer, no me atrevía a seguir hasta la C (iba en orden alfabético de apellidos). Tras un titubeo mínimo, llegué hasta ella. …, ACF, (todas las letras de todo su nombre y de todos sus apellidos) … a la edad de 51 años.
Punto y seguido.

Dejé desplomar mi espalda sobre el respaldo de la butaca naranja sobre la que viajo a ninguna parte. Dejé caer mis brazos por los brazos naranja y me quedé en blanco.

Otra vez el tobogán.
Debe ser como cuando uno se muere que dicen que la vida se te pasa por delante en un pis pas.
Pues con la muerte de los otros (la de los seres queridos) también te pasa en un instante.
Me pasó con mi amigo G. y luego con mi amiga A.

Hay algo misterioso en este juego de encontrar vida después de la vida. De revivir historias después de cada historia.
Una manera asaz morbosa de retener el pasado y, mas aun, de intentar en vano, repetirlo. No es casual, nada es casual.
Internet ha sido para mí como la guija. Mi dedo corazón derecho, el del privilegio de encontrar, ha sido guiado, desde el mas allá, por dos de mis seres queridos. Para darme su último mensaje: Ya no estoy aquí. Nunca más. Como El Cuervo de Poe.

Gracias por prestarme tu hombro amigo. Se lo tenía que contar a alguien de confianza. Tal vez se lo deje leer a mi hija también.
Voy a reflexionar sobre todo esto, La Muerte e Internet.